Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita. Amén.
Santa María, Madre del Hijo de Dios, Consoladora de los afligidos. Hoy te elijo de nuevo para siempre como mi protectora e intercesora ante Dios. Te reconoceré y veneraré constantemente como tal. Te pido humildemente, oh Madre misericordiosa, que me tomes bajo tu poderosa protección y me refresques con tu dulce consuelo en todos los sufrimientos y tribulaciones de esta vida y en los temores y terrores de la muerte. Amén.
Querida Madre de Dios, tú también eres mi Madre. Te ruego que extiendas ampliamente el manto de tu poderosa protección y con él cubras, misericordiosísima, a todos los que aquí se acogen a ti. Sé tú el consuelo de los afligidos, la salvación de los enfermos, el refugio de los pecadores y la ayuda de todos los cristianos. Bendíceme María, bendíceme como hijo tuyo y condúceme hacia tu hijo Jesús. Amen.
Queridísima Madre, mira a tu pueblo, que te honra con confianza como a su madre, que desea de ti ayuda y consuelo. Bendícenos en tu corazón, consuélanos en nuestro dolor, permanece a nuestro lado en todas nuestras necesidades, muéstranos a Jesús después de la muerte. Amen.
El ángel del Señor anunció a María. Y ella concibió por obra y gracia del Espíritu Santo. Dios te salve María... Maria respondió: He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra. Dios te salve, María… Y el Verbo de Dios se hizo carne. Y habitó entre nosotros. Dios te salve, María… Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo. Oremos: Oh Dios todopoderoso, infunde en nuestra alma tu gracia. Tú, que en la anunciación del Ángel nos has revelado la encarnación de tu Hijo, por su pasión y su cruz condúcenos a la gloria de la resurrección. Por Cristo, Nuestro Señor. Amén.
San José, Padre mío, dejáme encomendarme a ti, patrono de la Iglesia, pide a tu hijo adoptivo que limite el poder de Satanás, que dé libertad a la verdadera Iglesia, que proteja a la juventud de la seducción en tantas dificultades y peligros. Que nos guarde y proteja, para que los malvados no nos roben el mayor bien, el de la santa fe. Por favor, te pedimos por los niños, te pedimos por los pobres pecadores, te pedimos por el sacerdocio, te pedimos por nuestra patria y te pedimos por los pobres paganos, ruega por mí en mi última partida. Amén.
Sagrado Corazón de Jesús, te suplicamos, derrames tus más ricas bendiciones sobre la Santa Iglesia, sobre el Papa, los obispos y los sacerdotes; concede la perseverancia a los justos; convierte a los pecadores; ilumina a los incrédulos; bendice a nuestros parientes, a nuestros enemigos y a nuestros bienhechores; permanece junto a los moribundos; libra a las almas del Purgatorio y establece en todos los corazones el dulce reinado de tu amor. Amen
Oh Jesús, te consagro mi corazón. Acógelo en el Tuyo. En Tu corazón habitaré, a través de Tu corazón amaré, en Tu corazón viviré, desconocido para el mundo y conocido sólo por Ti. En tu corazón quiero atraer el amor que ha de consumir mi corazón. En Él encontraré fuerza, luz, valor y verdadero consuelo. Oh Sagrado Corazón de Jesús, que Tu Corazón sea el altar sobre el que me ofrezco. Amén.
En el nombre de Dios empiezo, ¡ayúdame Dios tu que puedes ayudar! Si Dios no ayuda, nada se consigue, si Dios me ayuda, todo se vuelve fácil. Así que lo mejor que puedo hacer es decir: ¡En el nombre de Dios empiezo! Amén.
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.
Santo ángel de la guarda, me encomiendo a ti. Ayúdame en todas mis necesidades y mantenme libre de pecado. Día y noche, te ruego, protégeme y guíame. Ayúdame a vivir bien y piadosamente, para que pueda llegar a ti en el cielo. Amén.